Para que una organización cumpla sus
metas debe promover ciertas conductas que son deseables para la misma, por ser
lo que representa su sistema de valores. Este proceso es complejo, ya que
requiere no sólo que se identifiquen las conductas observables de los empleados
y las condiciones ambientales que las afectan, sino que se debe influir en los
hechos externos con el fin de guiar el comportamiento del personal, para ayudar
en el aprendizaje que les permitirá conducirse en forma deseable.
Pero, ¿cómo promover este aprendizaje? A
continuación se presentan tres teorías del aprendizaje: el condicionamiento
clásico, el condicionamiento operante y la teoría del aprendizaje social, las
cuales se basan en un modelo conductual, dado que a través de ellas se promueve
la modificación de las conductas observables a partir de estimulantes que
condicionan los comportamientos.
Así como un niño aprende a comportarse
de la manera que los padres quieren, a través de la aplicación de premios o
castigos, los gerentes también puede promover el aprendizaje de sus empleados
usando esta técnica que obedece a la teoría de condicionamiento clásico, cuya
operación, según Hellriegel & Slocum (2009),
fue puesta en manifiesto por Ivan Pavlov con sus experimentos con perros: usaba
un sonido cuando alimentaba a perros, y con el tiempo los perros generaban una
respuesta condicionada (la salivación) cuando se le presentaba el estímulo
condicionado (el sonido).
Esta primera teoría del aprendizaje no es
puesta en práctica en ambientes de trabajo, porque las respuestas que se espera
obtener de los trabajadores no se pueden generar con estímulos condicionantes
como ocurre con los perros del experimento de Pavlov, sino que se espera que
estas respuestas sean generadas por voluntad del empleado. Así pues, surge una
segunda teoría, el condicionamiento operante, que tal como lo describe Morris & Maisto (2005), B. F. Skinner es
quien lo estudia con experimentos con ratas y palomas, a quienes recompensaba
cuando se comportaban como se esperaba.
Según lo que establece (Hellriegel & Slocum, 2009) , a través de este
condicionamiento operante, es como se aprende la mayor parte de los
comportamientos en la vida cotidiana (hablar, caminar, leer o trabajar). En una
organización, una respuesta adecuada de un empleado se obtiene cuando sus
acciones tienen una consecuencia particular (refuerzo), y estas respuestas se
fortalecen cada vez que éste se refuerza.
Cuando se estudia el tema de la psicología
organizacional, tal como lo menciona Acosta (2003),
tiende a haber acuerdo entre los autores alrededor de tres momentos por los
que ha pasado: se inició con la preocupación por la eficacia que debía lograr
el trabajador en su puesto de trabajo; continuó con los estudios sobre la
conducta grupal e individual y su influencia en el logro de las metas de cada
puesto de trabajo; y más recientemente ha centrado la atención en la variedad
que ofrecen los factores internos de la organización, tanto como los del
entorno.
Dentro de este panorama, es claro que el
punto de partida en el estudio de las personas en las organizaciones, es la
modificación de sus conductas. Y bajo esta teoría, (Malott, 2003) basa su propuesta de cambio
organizacional, introduciendo el concepto de contingencia, definiéndola como la
relación que existe entre la conducta de una persona y la consecuencia que
tiene después de haberla efectuado.
Como lo explica Hellriegel & Slocum (2009), este concepto involucra cuatro
tipos principales de contingencias: 1) el refuerzo positivo que se da cuando se
premia la conducta del empleado porque es deseable (ejemplos de premios
organizacionales: aumentos de sueldos, utilidades, prestaciones, oficinas
mejores, felicitaciones, autonomía, reconocimiento, etc.); 2) el refuerzo
negativo que ocurre cuando se elimina un hecho desagradable que antecede a una
conducta deseada; 3) el castigo que se aplica para reducir la frecuencia de un
comportamiento indeseable; y 4) la extinción u omisión de los hechos
reforzadores para reducir las conductas indeseables que impiden el logro de las
metas de la organización.
Por
ejemplo, si un empleado que de manera constante llega puntualmente a su trabajo,
se debe reforzar en forma positiva este comportamiento por medio de una
felicitación. Pero si el empleado recibió una reprimenda en el pasado por
llegar tarde al trabajo y después lo hace a tiempo, se puede usar el refuerzo
negativo al evitar decir algo que pueda avergonzar al empleado, con lo cual se
espera que éste aprenda a evitar comentarios desagradables en un futuro por no
llegar a tiempo. Por otro lado, si el empleado continúa con sus retardos, se
puede usar la omisión (simplemente no se le hace caso) o el castigo (reprender,
sancionar, suspender o despedir) para intentar detener el comportamiento
indeseable.
La
literatura reporta diferentes tipos de programas que pueden implementarse en
las organizaciones para aplicar refuerzos, pero los que favorecen un mejor
desempeño son aquellos que se vinculan con la ocurrencia de las conductas
deseadas, y no en los que se basan en el transcurso del tiempo. Sin embargo,
sea cual sea el programa implementado, lo crucial para ser más exitoso, es que el
refuerzo se base en el desempeño de las conductas deseadas.
Además,
es importante considerar lo siguiente cuando se implementen reforzadores: no
premiar a todos los empleados de la misma manera, examinar con cuidado las
consecuencias de lo que se hace y de lo que no se hace, permitir que los
empleados conozcan los comportamientos que serán reforzados y lo que hacen mal,
no castigar a los empleados frente a los demás, y equilibrar la respuesta con
el comportamiento, evitando engañar al personal con la eliminación de los
premios que justamente se han ganado.
Por último, la tercera teoría que
puede ser utilizada por las personas para aprender nuevas conductas: la teoría
del aprendizaje social, la cual establece que la gente puede aprender nuevas
conductas al observar a otros en una situación social y luego imitando dicho
comportamiento. Aplicando esta teoría se puede para ayudar a los empleados a
aprender a creer en sí mismos, y con esto ser más eficaces en su trabajo.
El
reto consiste en crear situaciones en que el empleado responda con éxito a las
tareas requeridas. Las expectativas sobre el comportamiento de una persona llegan
a afectar: si son altas las expectativas y se le proporciona la capacitación y
los consejos apropiados, es probable que se incremente la eficacia personal del
empleado; en cambio, si se muestran bajas expectativas hacia el empleado y se le
brinda pocas indicaciones constructivas, es probable que este piense que es
incapaz de lograr la meta y como resultado su desempeño será deficiente.
Todas las personas aprenden de manera
diferente, dadas las diferencias propias que sus personalidades, su cultura y
el entorno donde se desenvuelve. Y aunque la literatura reporta que la teoría
del aprendizaje social es la que ha demostrado ser la más efectiva para lograr
mejores desempeños, para que su empleo obtenga los resultados esperados, se
debe iniciar identificando los comportamientos que conducirán a un mejor
desempeño de la persona, y asegurarse de que sean capaces de cumplir con las
exigencias de habilidad técnica de las nuevas conductas requeridas. Además, se
deben proporcionar refuerzos o consecuencias positivas (felicitaciones,
aumentos o bonos) a los que se desempeñen en la forma esperada, y desarrollar
prácticas que hagan perdurar los comportamientos recién aprendidos.
Referencias
Acosta, C. A. (2003). Reseña "Paradoja de Cambio
Organizacional" de M.E. Malott. Revista Latinoaméricana de Psicología,
35(001), 100-1003.
Hellriegel, D., & Slocum. (2009). Comportamiento organizacional
(12va ed.). México, D.F.: CENGAGE Learning.
Malott, M. E. (2003). Paradoja de cambio organizacional.
Estrategias efectivas con procesos estables. México, D.F.: Trillas.
Morris, C. G., & Maisto, A. A. (2005). Introducción a
la Psicología (12va ed.). Pearson.